Nuestra realidad es una ilusión. La física cuántica la describe como un holograma, una especie de enorme programa informático. La película “Matrix” se aproxima a lo que están descubriendo los nuevos físicos post-Newtonianos cuando describen nuestro mundo: básicamente, que lo que parece sólido no lo es, lo que nos enseñaron anteriormente como cosas y personas desconectadas no es cierto, y que todo y todos estamos interconectados por una red inteligente que abarca el universo entero.
Aquí en el Occidente estamos redescubriendo lo que saben los orientales desde hace miles de años, que estamos todos conectados, los unos con los otros, sin importar las distancias, y que cada uno de nosotros está hecho de la misma materia que las estrellas. A nivel biológico, ya sabemos que nuestro ADN se diferencia en porcentajes minúsculos del de otros animales. Y a nivel dermatológico, la pigmentación de nuestra piel no supone ninguna otra diferencia entre nosotros como especie.
Esta “Matriz” penetra todo lo que existe, subyace y abarca el universo, y por consiguiente, está todo conectado. El efecto mariposa. Bien conocido es que dos gemelos, separados desde la infancia, viviendo en lugares muy alejados el uno del otro, suelen desarrollar los mismos gustos, intereses, aficiones, trabajos, etc. sin haberse conocido nunca. Menos conocido es la relevancia para nuestras vidas de los descubrimientos del Dr. Masaru Emoto en sus experimentos con la congelación de gotas de agua. Al instante de congelar el agua, al pronunciar palabras de amor, de belleza dirigidas al agua, se forman cristales hermosamente geométricas. Por el contrario, al pronunciar palabras feas, malsonantes, los cristales salen grotescos. Es relevante a nosotros ya que somos seres compuestos de un 75% de agua como niños, y de un 60% como adultos. Nos toca pensar en cómo nos afectan mutuamente nuestras palabras.
Vivimos en un mundo vibratorio, todo es vibración: lo que vemos con los ojos son partículas electromagnéticas; lo que escuchamos son vibraciones acústicas. Con frecuencia decimos que tal persona o lugar tiene buena onda. Nuestro cerebro interpreta lo que nos rodea en términos de vibraciones. Al entender este concepto, resulta más fácil entender en qué consiste nuestro universo material y porqué una acción aquí tiene repercusiones allá.
Una de las técnicas orientales para curar se llama Chi Kung. Una mujer padecía de un tumor grave que lograron curar los médicos “del sistema”. Acudió a una clínica en Beijing donde no usan medicamentos, sino el Chi kung. Tumbada en la cama, ella participó con los tres médicos entrenados en el Chi kung, y todos proyectaban energía hacia ella a través de la misma palabra previamente acordada. La palabra expresaba las gracias y la alegría por estar con esta mujer, tomando por sentado que ya estaba curada.
El estado de California ya llevaba mucho tiempo sin lluvia. Un indio norteamericano nativo subió al monte a un lugar sagrado para pedir lluvia. Se giró cuatro veces, mirando los cuatro puntos cardinales. Al cabo de pocos minutos, regresó a la ciudad. ¿Qué le había pasado? Dio las gracias al sentir las gotas de lluvia surcando por su cara, al sentir el lodo que le cubría los pies y el pantalón. Y volvió a llover torrencialmente.
En conclusión, dar las gracias es esencial porque así generamos las vibraciones adecuadas para el saneamiento.
Fuentes: “Matrix” la película
Dr. Masaru Emoto
La física cuántica
Eduard Punset: “Porqué la física cuántica nos fascina”
Clínica en Beijing sin medicamentos, aplicando Chi Kung
No hay comentarios:
Publicar un comentario